EL MUNDO DE LA MÚSICA. CAPÍTULO VII (2)

Compositores del Barroco (2)
 
Alessandro Scarlatti (1660-1725)
Nació en el seno de una familia musical en Palermo (Sicilia), pero muy joven, a los doce años, se trasladó a Roma, donde completó su formación musical. Su primera ópera “Gli equivoci nel sembiante” - Los equívocos del rostro – una comedia pastoril concebida para ser interpretada en un escenario exterior, con un reparto reducido y pocos músicos, fue estrenada en Roma con tan gran éxito que, en 1682, la reina Cristina de Suecia, fanática de la ópera italiana, lo nombró maestro de capilla de San Giordano de la Carità.  A aquella primera ópera de 1679, le siguió otra en 1680 “La honestidad en los amores” que fue la primera representada en el palacio real de Suecia. En 1685 se trasladó a Nápoles, donde obtuvo el puesto de maestro del Teatro del Palacio Real, cargo que  desempeñó hasta febrero de 1689, fecha en la que fue nombrado profesor del Conservatorio de Santa María de Loreto.
A Scarlatti se le considera el fundador de la Escuela Napolitana de Ópera del siglo XVIII, pero eso no es del todo cierto pues, aunque sin duda desempeñó un papel relevante en el ámbito de la ópera de finales del siglo XVII y principios del XVIII, sus óperas son precursoras de las que más tarde, a finales del siglo XVIII, consolidarían el estilo clásico del género.
Hugo Rieman dice de él:
<<Todas las obras de Scarlatti son de un valor excepcional. Además de las innovaciones aportadas a la composición de la orquesta y en la plástica del aria, el nombre de Scarlatti indica en la historia de la música el más alto representante de una gran época de la Escuela Napolitana, por la extraordinaria belleza melódica de sus composiciones vocales. Con él, el canto italiano alcanza su apogeo por el brillante virtuosismo y la amplia línea expresiva. Estableció la forma y los caracteres, y muchos de sus grandes sucesores en la escuela de música vocal del siglo XVIII, incluso Händel y Hasse, no pudieron hacer, en este aspecto, otra cosa que seguir el camino trazado por él>>.
Durante su estancia en Nápoles, compuso óperas para el teatro de la corte y para el de San Bartolomé; también para el de Roma, pero la hostilidad del Papa al teatro y a la ópera era tal que, en 1697, ordenó demoler el magnífico teatro “Tor di Nona”, por lo que Scarlatti se vio obligado a dedicarse a la composición de música sacra – cantatas, oratorios, conciertos sacros y misas – entre ellas la “Misa Clementina”.
Su extensa y variada obra: oratorios, cerca de veinte; serenatas, otras tantas; cantatas de cámara, más de seiscientas; misas, unas doscientas; conciertos sacros, motetes y tocatas, preludios y fugas, sonatas a cuatro –dos violines,viola y violoncelo-, suites para flauta y clave, sinfonías de cámara, doce; llegó a componer ciento quince óperas, de las cuales sólo se conocen los títulos de ochenta y siete.
Pese a su reputación de maestro de la ópera napolitana del sigloXVIII, rechazó muchos de los elementos de las nuevas óperas cómicas napolitanas. Su ópera bufa “Il trionfo dell’ onore”, que revela un talento cómico notabilísimo, pese a ser quizá la más puramente napolitana de todas sus óperas, no contiene ninguna de las características más populares de la época, como la tarantela.
            Su obra “Il prigionero Fortunato” (1698), fue una de las primeras obras en incluir el fagot, a menudo doblando al oboe.

            

Tomaso Albinoni (1671-1751)
Nacido en Venecia, pasó la mayor parte de su vida en su ciudad natal. Músico independiente, fue, Junto con Antonio Vivaldi, uno de los grandes compositores italianos del Barroco tardío. Cultivó con éxito tanto la música vocal profana, cantatas y óperas, como la instrumental, sonatas y conciertos. En la década de 1720, su fama como compositor de música instrumental había llegado muy lejos, tanto que J. S. Bach utilizó temas de las sonatas en trío Op.1 de Albinoni, como base para varias de sus fugas. Durante su vida, relativamente larga, produjo una considerable cantidad de música:
Misa a capella para tres voces masculinas, cantatas para voz y bajo continuo, cien piezas de música de cámara para entre uno y seis instrumentos, doce conciertos a cinco Op.5, doce conciertos a cinco Op.7, doce conciertos a cinco Op.9, ocho sinfonías y unas cincuenta óperas.
El concierto para violín surgió entre Bolonia y Venecia hacia el año 1700. El propio concierto Op.5 de Albinoni, es un elemento crucial en la evolución del concierto – de grosso a solista -. Uno de sus rasgos definitorios es que la partitura del violín se destaca con claridad del acompañamiento, lo que no era habitual hasta la fecha. También, el papel de acompañante de la orquesta queda mejor definido que en las obras anteriores, lo que se traduce en que el conciertos se percibe como un enfrentamiento entre el solista y la orquesta, y la música se convierte en dialogo o competencia. Los conciertos Op.5 tendrían una enorme influencia en los países del norte de Europa.
Es curioso que, el famoso Adagio en sol menor que se le atribuye a él, se deba, en realidad, a Remo Giazotto, compositor del siglo XX, especialista en la música de Albinoni. Según él, la obra se basa en fragmentos tomados del movimiento lento de una sonata en trío de Albinoni.







Antonio Vivaldi (1678-1741)
            Compositor y violinista italiano, nacido en Venecia y fallecido en Viena. Aunque nunca desempeñó oficio religioso alguno, Vivaldi se ordenó en 1703, por lo que recibió el sobrenombre de “il preto roso” (el cura pelirrojo). Fue uno de los compositores más grande e influyente del Barroco tardío. Sus aportaciones a la orquestación, y en particular al género del concierto, así como su estilo, fueron fundamentales para el desarrollo de la música instrumental en el siglo XVIII. Su originalidad se aprecia en la música orquestal programática.
Compuso más de quinientos conciertos, de los que 230 son para violín solo. También escribió cincuenta óperas, cuarenta cantatas, noventa sonatas solistas o en trío y cincuenta obras sacras, pero sus composiciones más importantes fueron los conciertos escritos para violín, que han sido calificados de << más bellos y más cálidos que los de J.S. Bach”>>.
Su obra Op.8, en la menor, incluye varias obras programáticas, de las cuales, las más conocidas son  Las cuatro estaciones, cuatro conciertos para violín en las que se hace patente la rica imaginación pictórica, cromática y musical del compositor. Cada estación, acompañada de un soneto que la describe, se representa a través de una amplia variedad de técnicas violinísticas y orquestales.
En el invierno, por ejemplo, notas en “staccato” de registro agudo sugieren una lluvia invernal, mientras que pasajes descendientes muy rápidos ilustran el hielo resbaladizo. En el último movimiento, el verano, se oye una tormenta.
Entre las muchas obras de Vivaldi, las más influyentes fueron tres colecciones de doce conciertos cada una: L’estro armonico (la inspiración armónica) Op.3; La stravaganza (la extravagancia) Op.4; e Il cimento dell’armonia e dell’inventione (la lucha entre la armonía y la invención) Op.8.
En L’estro armonico, la diversidad en la orquestación y las innovaciones formales resultan sorprendentes. En especial sobresale su recurso al ritornello  – estribillo - en los movimientos rápidos: el desarrollo armónico tiene lugar en el estribillo, que se presenta en varias ocasiones a cargo de la orquesta y en varias tonalidades, alternado con secciones solistas de carácter melódico más libre.  La forma ritornello constituiría la base del posterior desarrollo de la sinfonía clásica en el siglo XVIII. Este modelo lo adoptaron e imitaron otros compositores y fue el paradigma del concierto de tres movimientos: rápido-lento-rápido. Bach transcribió la música de Vivaldi y asimiló algunas de sus características en su propio estilo.
La influencia del concierto también se percibe en las obras vocales de Vivaldi, en lo que se refiere a su forma y estilo. En especial los motetes se consideran <<conciertos para voz>>, pues su adornada tesitura vocal está concebida como si la voz fuera un instrumento, exhibicionismo vocal relacionado con la ópera que estaba haciéndose común en la música sacra a pesar de que las autoridades eclesiásticas lo consideraban inaceptable. Un rasgo singular de la música de Vivaldi es el empleo de violines para conducir la melodía principal mientras el coro acompaña en el fondo, técnica que augura la misa sinfónica de finales del siglo XVIII.



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