EL MUNDO DE LA MÚSICA. Cap. XV. La música española siglos XIX y XX y (5)
Joaquín Turina (1882-1949)
Compositor y pianista español, hijo de un pintor de origen italiano, nació e inició su primera formación musical en Sevilla; recibió clase de piano con Enrique Rodríguez y de armonía con E. García Torres, revelando pronto sus magníficas dotes para el piano y la composición. Después de revelarse como pianista en la capital andaluza, a los veinte años se trasladó a Madrid con la maleta llena de partituras juveniles, entre ellas una ópera - La sulamita - que soñaba con estrenar en uno de los teatros de la capital. En Madrid pasó tres años en íntimo contacto con Manuel de Falla, con quien, además de las clases de piano en el Conservatorio con el maestro Tragó, comparte proyectos e ilusiones.
En otoño de 1905,
siguiendo el ejemplo de su amigo, marcha a París y convive con él en el mismo
hotel, pero su orientación musical no es la misma que la del compositor
gaditano, pues decide ingresar en la Schola Cantorum para estudiar piano con
Moszkowski y composición con D’Indy. Pero por consejo de Falla y, sobre todo,
de Albéniz, abandona la línea impuesta por la Schola para dedicarse a escribir
música netamente española que le abriría las puertas del éxito.
En
1912 compuso una de sus obras capitales: La
procesión del Rocío, poema sinfónico estrenado en Madrid con gran éxito en
marzo de 1913. Al año siguiente fija definitivamente su residencia en Madrid,
desarrollando una intensa actividad musical en todas las áreas: composición,
dirección de orquesta en varios ballets de Diaghiliev, interpretación como
pianista solista, acompañante o de cámara; catedrático de composición en el
Conservatorio, crítico musical y director de la Comisaría de la Música.
En 1940 ingresó en la Real Academia de Bellas Artes, leyendo un discurso que versó sobre <<La Arquitectura de la Música>>. Turina, en 1946, escribió una Enciclopedia abreviada de la Música y un Tratado de Composición.
En 1940 ingresó en la Real Academia de Bellas Artes, leyendo un discurso que versó sobre <<La Arquitectura de la Música>>. Turina, en 1946, escribió una Enciclopedia abreviada de la Música y un Tratado de Composición.
Su
obra es testimonio elocuente de la música andaluza. Turina nunca dejó de ser
fiel a esa corriente artística, con absoluto dominio de la técnica asociada con
un marcado lirismo y un gracioso pintoresquismo impresionista. Por otra parte,
con Turina, el “cuadro de género”
adquiere una prestancia de buen tono que halla su expresión en la música
pianística del compositor. Sus piezas para piano suelen dar el predominio a la
descripción de breves cuadros que coloca formando series.
Joaquín
Turina también compuso algunas obras religiosas para coro y orquesta, y algunas
piezas para órgano.
Descubre su música:
- Piano:
§ Sevilla, (suite pintoresca)
§ En el cortijo
§ Recuerdos de mi rincón
- Orquestales:
§ La procesión del Rocío (poema sinfónico)
§ Sinfonía sevillana
§ Ritmos (fantasía coreográfica)
- De Cámara:
§ Cuarteto de cuerda, Op.4
§ Trío para piano, violín y violonchelo
(dos), Op.35
§ Cuarteto con piano, Op.67
- Guitarra:
§ Fandanguillo, Op.36
- Vocal:
§ Rima, Op.6 (Bécquer). Tres poemas, Op.81
§ Canto a Sevilla, Op.37 (Muñoz San Roman)
- Teatro:
§ Margot (comedia lírica en tres actos)
§ La Anunciación (música de escena)
Jesús Guridi (1886-1961)
Compositor y organista español nacido en Vitoria, de familia de músicos, comenzó a estudiar solfeo y piano de la mano de su madre, y continuó su formación en Bilbao con Sainz Besabé. A los diecisiete años marchó a Paris e ingresó en la Schola Cantorum para estudiar piano y órgano con Abel Decaux, y composición con Auguste Serieyx. Luego prosiguió su formación en Lieja y en Colonia, adquiriendo una extraordinaria solidez técnica que se manifiesta en todas sus obras. En Bilbao asumió la dirección de la Sociedad Coral Bilbaína y ocupó las cátedras de órgano y armonía en la Academia de Música y en el Conservatorio de la capital vizcaína. Desde 1939 vivió en Madrid, donde, en 1955, se hizo cargo de la dirección del Real Conservatorio de Música y también ocupó la cátedra de armonía. Nombrado Académico de la Real Academia de Bellas Artes y colaborador del Instituto Nacional de Musicología, fue una de las personalidades más eminentes de la vida musical española.
Como
compositor, Guridi cultivó con acierto géneros muy diferentes. Desde su primera
obra coral, el poema Así cantan los chicos, para voces
blancas y piano, hasta su última: Homenaje
a Walt Disney, para piano y orquesta, premio Oscar Esplá en 1956, pasando
por la producción sinfónica y teatral, música de cámara, de órgano y
cinematográfica. Sus Diez melodías vascas
son una muestra orquestal del mejor nacionalismo vasco.
Sus obras más conocidas:
-
Óperas:
§ Plenilunio y Espatadanza
-
Orquesta:
§ Sinfonía
pirenaica; En un barco fenicio
§ Cuartetos 1º
y 2º; Elegía para violín y piano
-
Órgano:
§ Misa de San
Ignacio; Requiem; Te Deum;
Salvador Bacarisse (1898-1963)
Compositor español, nacido en Madrid, discípulo de Manuel Fdez. Alberdi en piano, y de Conrado del Campo en composición, pronto destacó por sus dotes y fuerte personalidad. Paladín de las nuevas tendencias musicales, sus obras rehúyen de lo fácil, lo pintoresco y lo folklórico. Obtuvo el Premio Nacional de Música en los años 1923 – 1930 - 1934. Fue crítico musical y director de Unión Radio y otros cargos musicales.
Su Concertino para Guitarra, lo escribió para el guitarrista Narciso Yepes, quien, al confesarle el compositor que sentía animadversión por la guitarra, le dijo:
<<Eso es porque nunca me ha oído usted
tocar a mí>>.
Cual fue la
sorpresa del genial guitarrista, cuando
en su siguiente recital vio aparecer a Bacarisse. Al poco tiempo de haberlo
oído le envió la partitura dedicada del bellísimo Concertino, pieza que Narciso Yepes estrenó en París con la
Orquesta Nacional de España, dirigida por Ataulfo Argenta, en octubre de 1953.
Joaquín Rodrigo (1901-1999)
Compositor español, nacido en Sagunto (Valencia). Invidente desde los tres años - debido a la difteria - inició su formación musical estudiando violín y piano, armonía y composición, en Valencia, con el prestigioso pedagogo Francisco Antich.
En 1924 estrenó Juglares, su primera obra orquestal, en
Valencia. En 1927 marchó a París, ingresó en la Escuela Normal de Música donde
estudió, hasta 1932, composición con Paul Dukas. Tanto Dukas como Ravel
tuvieron una profunda influencia en su producción. Joaquín Rodrigo compuso,
como homenaje a su maestro, en el año de su muerte, la Sonata de adiós.
En 1934 regresó a
España y se le concedió la beca Conde de Cartagena. Como becario de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando volvió a París para estudiar
musicología en el Conservatorio con André Pirro y con Maurice Emmanuel en la
Sorbona. Permaneció en París y viajó por Centro-Europa, para volver una vez
terminada la guerra civil.
Aunque la obra
más famosa de Rodrigo es el Concierto de
Aranjuez, para guitarra y orquesta, él nunca fue un buen guitarrista. Su
nombre hace referencia a los jardines del Palacio Real de Aranjuez. Su estreno,
en 1940, lo consagró como compositor. Dedicado e interpretado por Regino Sainz
de la Maza, y otros como Narciso Yepes o Renata Tarragó, ha dado la vuelta al
mundo y sigue siendo un éxito internacional duradero. En el Concierto, Rodrigo evoca musicalmente el
paisaje, los sonidos y los aromas de los jardines. La guitarra y las fuerzas
orquestales se enfrentan de forma inteligente, sin recargar demasiado la
textura musical. Según sus palabras:
<< lo que más me preocupa cuando
abordo una composición con un imperativo sonoro, como ocurre en los conciertos
para un instrumento determinado, es reflejar el carácter de aquel
instrumento>>
El estilo de
Joaquín Rodrigo, al que él llama <<Neocasticismo>>
manifiesta un retorno a la pureza de las viejas estructuras y a las formas
tradicionales, una mezcla
historicista de tradiciones locales y antiguas, donde melodía y poesía se fusionan
en formas y texturas que evocan la sonata clásica, la suite barroca o los
madrigales renacentistas
Después del
concierto de Aranjuez, compuso otros diez más, entre ellos, el Concierto Pastoral, para flauta y
orquesta, en el que respeta la forma clásica y evoca la música de Valencia, y
el Concierto como divertimento, para
violonchelo y orquesta, que se distingue por su brillo melódico y sus intensos
ritmos. Su Adagio nostálgico es
especialmente hermoso.
En 1947 se creó
para él la Cátedra Manuel de Falla de la Universidad Complutense de Madrid. En
1950 fue elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando;
en 1953 recibió la Cruz de Alfonso X el Sabio, y en 1996, el Premio Príncipe de
Asturias de las Artes.
Descubre su
música:
- Orquestales:
§ Concierto de Aranjuez, (guitarra y
orquesta -1940)
§ Concierto heroico, (piano y orquesta -1942)
§ Concierto de estío, (violín y orquesta
-1943)
§ Concerto in modo galante (violoncelo y
orquesta -1953)
§ Concierto-serenata (arpa y orquesta -1953)
§ Concierto Andaluz (cuatro guitarras y
orquesta -1967)
§ Concierto Madrigal (dos guitarras y
orquesta -1968)
§ Concierto para una fiesta (guitarra y orquesta)
§ Concierto Pastoral (flauta y orquesta
-1978)
§ Concerto como divertimento (violoncelo y
orquesta-1981)
§ Fantasía para un gentil hombre (guitarra y
orquesta -1954)
- Piano:
§ Sonata de adiós (homenaje a Paul Dukas)
§ Sonatas de Castilla
§ Sonata a la española
§ Danzas de España (dos series)
§ Preludio del gallo mañanero
§ A l’hombre de Torre Bermeja
Además de música
sinfónica escénica para teatro y cine.
Su vasto catálogo
de canciones originales se basa en la poesía clásica española, con la guitarra
como instrumento acompañante.
Ernesto Halfter (1905- 1989)
Compositor y
director de orquesta, nacido en Madrid, hijo de padre de ascendencia prusiana y
madre de raíces andaluzas, comenzó muy pronto sus estudios musicales,
dedicándose muy joven a la composición. A los trece años ya demostró su gran
talento con su obra para piano: Crepúsculos.
Sus primeros ensayos llamaron la atención de personalidades muy relevantes en
el mundo de la música: Adolfo Salazar, Oscar Esplá, Fernández Arbós, Pérez
Casas y, sobre todo, Falla, quien haciendo una excepción le acogió como único
discípulo. La relación entre maestro y alumno fue tan estrecha como la de padre
e hijo.
En 1923 hizo su presentación en Madrid. La Orquesta Filarmónica, dirigida por Pérez Casas, estrenó sus Dos bocetos sinfónicos: Paisaje muerto y La canción del farolero, que suscitaron curiosidad y polémica por el estilo audaz, desenfadado y modernísimo, sorprendente en un muchacho de dieciocho años aquella manera de desdeñar las formas escolásticas y orientarse hacia la música más atrevida de su época, que los tímidos y conservadores consideraban vitanda, pero tanto los que la elogiaban como los que la vituperaban coincidían en que abría un camino nuevo de esperanza en la música del siglo XX.
En 1923 hizo su presentación en Madrid. La Orquesta Filarmónica, dirigida por Pérez Casas, estrenó sus Dos bocetos sinfónicos: Paisaje muerto y La canción del farolero, que suscitaron curiosidad y polémica por el estilo audaz, desenfadado y modernísimo, sorprendente en un muchacho de dieciocho años aquella manera de desdeñar las formas escolásticas y orientarse hacia la música más atrevida de su época, que los tímidos y conservadores consideraban vitanda, pero tanto los que la elogiaban como los que la vituperaban coincidían en que abría un camino nuevo de esperanza en la música del siglo XX.
En plena juventud
era ya un compositor cuajado, con gracia y soltura, inspiración y sabiduría
técnica. La Sinfonieta, compuesta
para pequeña orquesta de solistas, E. Halfter recoge en una atrevida forma poli-tonal la mejor tradición del siglo
XVIII y logra la mejor obra de su generación. Aún hoy no ha perdido su perfume
y su garbo. En 1928, dentro del mismo estilo pero acentuando el carácter
español, y para una gran orquesta, compone el ballet Sonatina, estrenado en París con gran éxito por la genial “La Argentina”.
A partir de 1928,
el ritmo de producción de E.Halfter
disminuye debido, en gran parte, a su actividad como director de la Orquesta
Bética de Cámara, creada en Sevilla, con la que recorre España entera dando
memorables conciertos, en los que siempre figuraban obras de su maestro Falla,
que él conoce mejor que nadie. Pasa largas temporadas en París, Londres y
Lisboa, donde reside por haberse casado con la pianista portuguesa Alicia da
Cámara Santos, a quien le dedicaría su bellísima Rapsodia portuguesa, para piano y orquesta.
A la muerte de Falla, E. Halfter recibió de la familia del maestro, el encargo más arriesgado que a un músico se le puede hacer: terminar la partitura inacabada de La Atlántida. Con veneración, amor y profundo respeto por la obra de su maestro, puso sus manos en aquel mar de bocetos, borradores, páginas acabadas o sólo esbozadas, hechas, deshechas y rehechas por las exigentes manos de su autor.
Cuando E. Halfter asume la responsabilidad de completar La Atlántida, se enfrenta con el mismo problema que Falla tenía:
A la muerte de Falla, E. Halfter recibió de la familia del maestro, el encargo más arriesgado que a un músico se le puede hacer: terminar la partitura inacabada de La Atlántida. Con veneración, amor y profundo respeto por la obra de su maestro, puso sus manos en aquel mar de bocetos, borradores, páginas acabadas o sólo esbozadas, hechas, deshechas y rehechas por las exigentes manos de su autor.
Cuando E. Halfter asume la responsabilidad de completar La Atlántida, se enfrenta con el mismo problema que Falla tenía:
<< ¿Cómo tratar musicalmente un tema mitológico
de tan vastas proporciones como la descripción del Jardín de las Hespérides
conectado con el hundimiento del continente de la Atlántida y el consiguiente
castigo de los dioses?>>.
El problema
estructural, según Halfter, no radicaba sólo en la forma sino también en el
empleo de fórmulas rítmicas, armónicas, melódicas y tímbricas que no siempre
tenía en cuenta la verdadera naturaleza del universo sonoro que Falla había
concebido para las partes ya terminadas. Aún así, y constatando la dificultad
que comporta la alternancia y coincidencia de dos conceptos estéticos en una
misma obra, Halfter no renuncia a sus propios esquemas de ordenación en las
secciones armonizadas o compuestas por él. De su aportación hay que resaltar
dos momentos muy distintos entre sí: “L’hort
de les Hespérides” y “La veu divina”,
primera y última sección de la segunda parte.
Con gran
habilidad ordena el material del que dispone para L’hort de les Hespérides y construye una sección que contribuye al
equilibrio estructural, tanto de la segunda parte como de la obra en general.
Aunque los recursos melódicos y armónicos que emplea difieren abiertamente del
arcaísmo y severidad de las formas modales de Falla, se produce una simbiosis
casi natural entre la música de maestro y discípulo.
En la sección “La veu divina”, concebida por Falla
como una alternancia entre narración – a cargo del coro – e intervención de la
voz divina – a cargo del coro infantil – Halfter crea una estructura rítmica
que, entendida como un guión para facilitar el recitado del coro, se adapta al
sentido del texto subrayando los rasgos más expresivos.
Aunque algunos
impacientes tildan de indolente a E. Halfter por la lentitud con la que
evoluciona su trabajo, los que conocen su admiración y respeto por su maestro,
ven lógico el tiempo que dedica a cada página, la estudie y la medite para que
no oculte el lenguaje de la obra, ni merme la gloria del maestro.
Según Ernesto Halfter La Atlántida es el equivalente español a la Novena Sinfonía de Beethoven o al Parsifal de Richard Wagner.
Según Ernesto Halfter La Atlántida es el equivalente español a la Novena Sinfonía de Beethoven o al Parsifal de Richard Wagner.
Academia de Bellas Artes Santa Cecilia
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