CANTE FLAMENCO. Capítulo II
Etimología y
origen del Flamenco
Muchas y variadas son las teorías que han tratado explicar el origen etimológico del término “Flamenco”, pero ninguna de ellas merece la conformidad y aceptación de eruditos y flamencólogos.
Tal vez, la
hipótesis más aceptada es la que defiende el origen arábigo avalada por
lingüistas y por más de un estudioso del flamenco. Los teóricos proponen varios
posibles entronques etimológicos derivados de los siguientes vocablos árabes:
-
Fellah min gueir
(campesino sin tierra)
-
Felaikum o
felahmen ikum (labriego)
-
Felagenkum (cantos moros de las Alpujarras)
No obstante, el
término “flamenco” no aparece hasta
el primer tercio del siglo XIX, por lo que parece bastante improbable que se
derive del árabe si no se tiene constancia de este vocablo hasta tres siglos
después de que fueran expulsados los árabes de España.
Si nos atenemos
al diccionario de la R.A.E., en su 3ª acepción dice:
<<Dícese de lo andaluz que tiende a hacerse
agitanado: cante, aire, tipo flamenco>>.
Pienso
que no es ésta, por lo menos a mi no me lo parece, que sea la definición más
apropiada del término flamenco, pero ahí queda.
El musicólogo
y folklorista placentino Manuel García Matos (1912-1974) sostiene que “flamenco” procede del argot de fines
del siglo XVIII cuyo significado era el de farruco,
fanfarrón, que, al principio, se les aplicó a los gitanos-andaluces y, más
tarde, se usó para definir al “cante”
que estos cantaban dentro del entorno de su hogar.
Don
Antonio Machado Álvarez, “Demófilo”, creador
de la Sociedad del Folklore Andaluz, en 1881, dice: << El “cante”
puro, genuino y auténtico, no debió salir nunca de la oscura esfera en que
nació, esto es: del hogar gitano>>.
Identificando
por “cante puro” al cante gitano, y por “flamenco” a la mezcla
gitano-andaluza, creada, según él, por Silverio Franconetti.
Cante flamenco equivale,
por tanto, al cante gitano-andaluz.
Sin
embargo, no todos los cantes abarcados por esta denominación son
gitano-andaluces. Muchos proceden de estratos musicales cultos: unos de la
seguidilla castellana, otros del folklore andaluz, del aragonés, del gallego, del
asturiano, e incluso del hispano-americano.
Otra
hipótesis más pintoresca del origen del término flamenco es la del flamencólogo
Rodríguez Marín (1855-1943), erudito sevillano que la cree derivada del
parecido que tiene la figura del cantaor, vestido con chaquetilla corta y
pantalón ceñido, haciéndole tan zanquilargo como el ave zancuda del mismo
nombre: flamenco
No
es Rodríguez Marín el primero en relacionarlo con este ave zancuda, Manuel Ríos
Ruiz (1934), periodista y crítico de flamenco, en su obra “Ayer y hoy del cante flamenco”, expone otra teoría, ésta más musical, que tiene su origen en la India, donde
diferentes sonidos y melismas en modo mi –
que es el que predomina en el cante flamenco - son representados por figuras de
animales determinados, siendo la voz “falar”,
arabizada luego por adición del sufijo “nco”,
la que está representada por el ave zancuda: el flamenco.
Sobre
los orígenes del flamenco hay escasos
datos y muchas hipótesis. Sus raíces musicales están enterradas en la oscuridad
dormida de los siglos.
Para
Manuel de Falla, los tres elementos fundamentales que concurren en la formación
musical del flamenco son: la adopción de los cantos bizantinos por
parte de la Iglesia; la dilatada permanencia de la cultura árabe en la
península; y la inmigración y establecimiento en España de la población gitana.
Fernando
Quiñones, escritor y paisano del músico gaditano, de acuerdo con él, en su obra “De
Cádiz y sus cantes”, opina:
<< La música hispano-árabe, la
visigótica y la judía debieron irse imbricando, al llegar los gitanos al sur de
la España medieval, con sus melodías de remota procedencia hindú. Errantes
desde siglos atrás, procedentes de la cuenca del Indo, descendientes de una
casta de parias orgullosos con una prodigiosa disposición para el ritmo, la
danza, la música y la forja, los gitanos reencuentran en el orientalismo
musical andaluz ráfagas y señales de su antigua y recóndita cultura. Durante
mucho tiempo, antes de su expulsión, gitanos y moriscos conviven en aljamas y
gitanerías. De ahí, de la música mozárabe, de la grandeza mimética y creadora
de los gitanos, brotarán, lentamente, las iniciales formas del
flamenco>>.
El musicólogo
chileno Vicente Sanromán afirma:
<<…es en la estratificación
musical visigótico-mozárabe donde está el verdadero sustrato de la cultura
musical de nuestro pueblo y donde buscar sus más lejanos, pero ciertos,
antepasados por parte de madre, es decir, española, que es imprescindible para
conocer y resolver el origen del flamenco…>>
Si la maternidad del
flamenco, según Sanromán, ha sido
concebida por la simbiosis musical griego-bizantina y la española
visigótico-mozárabe, la paternidad se les atribuye, conjuntamente, a árabes y
gitanos.
Esta teoría da
pie a considerar una génesis geo-musical del flamenco mucho más lejana de lo
que hasta entonces se venía contemplando, y puede explicar la insólita
aparición del flamenco en la España del siglo XVIII, dado que un fenómeno
musical de tal entidad y variedad debía tener una generación y destilación muy
ancestral para ofrecer una estructuración tan compleja y diversa que lo
convierte en la música autóctona popular más representativa, por genuina, atractiva
y sensitiva de España.
Posiblemente sea
por esa larga afluencia de tradiciones musicales, pero todas crecidas en un
mismo ámbito geográfico, que el flamenco tenga la riqueza de estilos que luce y
la variedad de matices en cada uno de ellos.
Pese a que la
historia, puntualmente conocida del flamenco, sólo date del siglo XVIII de una
manera documental, estudiosos se remontan a mil años antes de nuestra era para
apuntar las características del trasfondo cultural andaluz, citando referencias
históricas de suma importancia, como son las leyes tartesas metro-cantables, según los escritos latinos de Estrabón, y
también la llamada cántica gaditana
glosada por Marcial, Plinio y Juvenal, coincidentes en el tiempo con la
colonización fenicia y, más tarde, con la colonización griega de Andalucía. Tampoco
hay que olvidar el cántico pagano hispano-latino, considerado el canto profano
más antiguo de Europa, contemporáneo de la salmodia judía y de las himnodias
griega, siria y bizantina. Esta múltiple combinación musical empareja el canto
visigótico de la España cristiana con la poesía árabe preislámica, y añade
seguidamente, en la España musulmana, la aparición de la primera lírica de lo
que podía señalarse como proto-flamenco.
Al mismo tiempo
surge en Arabia y Siria el “Libro de las
Canciones”, y aparecen las escuelas poético-musicales de Medina y Bagdad, a
las que perteneció el gran músico Ziryab que enseñó música en Córdoba durante
el emirato de Abderramán II. Luego, hacia el año 1600, cuando la expulsión de los moriscos, se estructura una lírica y unos
melos que quizá fueran definitivos en las entonaciones gitano-andaluzas.
Predomina en el folklore la cuarteta romanceada y, en 1783, se empieza a
registrar la estructura melódica y estilística de lo que hoy conocemos por “cante flamenco”.
Los ritmos
fundamentales, según Ricardo Molina y Antonio Mairena, son cuatro y se
identifican con los cantes por siguiriya,
soleá, tango y bulería.
En la siguiriya,
como en la soleá y el tango, no se encuentra un solo ritmo, sino dos
superpuestos que constituyen un contrapunto rítmico. Estos dos ritmos son: el interno, vinculado al cante mismo, y el externo o base, marcado por la guitarra.
La “siguiriya” se desarrolla de acuerdo con el siguiente contrapunto:
el cantaor lleva el ritmo interno 7/8 = 5/8 + ¼ en tiempo “rubato”, mientras que la
guitarra le yuxtapone el ritmo externo o base 6/8. Las coincidencias de ambos
sólo se manifiestan en algunos puntos del desarrollo.
La “soleá” simultanea el ritmo interno 6/8 con el base 3/4.
En cambio el “tango”, se caracteriza
por la presencia del “tempo rubato”
en el ritmo base, cuyo compás es 6/8. El ritmo interno aparece con frecuencia,
pero con un dibujo rítmico particular en cada cantaor.
La “bulería” lleva tan solo el ritmo base de 6/8. Su
carencia de ritmo interno es motivada por la rapidez del “tempo” y su rigor,
dejando sólo al cantaor la posibilidad de proyectar una curva melódica cuya
caída parece orientarse hacia una meta precisa.
Ignacio Pantojo
Socio colaborador de la Academia Santa Cecilia
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