Nuestra historia

NUESTRA HISTORIA

Antigua sede en la C/ Santo Domingo
La Academia de Bellas Artes Santa Cecilia y la ciudad de El Puerto de Santa María tienen una historia común y paralela. Pocas instituciones se han enraizado tanto en su ciudad como esta centenaria fundación. La Academia, lo iremos desgranando a través de esta escueta visión histórica, es parte de El Puerto y uno de sus símbolos más apreciados y característicos, porque, lejos de ser una institución elitista, surge para y por las gentes de este rincón de la Bahía gaditana, lo que la convertirá en la sociedad más querida y respetada de la ciudad.

En el año 2003 el Excelentísimo Ayuntamiento de El Puerto le concedió la Medalla de la Ciudad, premiando la labor realizada por la misma en pro de la cultura y el fomento de las Bellas Artes. Los portuenses nos sentimos herederos de un rico patrimonio cultural y social que estamos obligados a mantener y ampliar.

Más de 23.000 alumnos han pasado por sus aulas a lo largo de más de un siglo de existencia. Muchos encontraron en las enseñanzas de la Academia la orientación hacia su futuro profesional como arquitectos, pintores, músicos, escultores, grabadores, litógrafos y oficios artesanos, y muchos de ellos, grandes profesionales, han difundido el nombre de nuestra ciudad por el mundo.

Esta escueta visión de la historia de la Academia está basada en sus Libros de Actas, el Libro de Firmas, la colección fotográfica, y en la memoria de todas aquellas personas que escribieron o contaron sus experiencias.

“Después de mucho tiempo sintiendo el deseo de fundar un centro para la enseñanza artística, gratuita, tuve la dicha de formar una sociedad en el año de 1900, gracias a la complacencia de los buenos amigos amantes de la cultura y contando con la colaboración, desinteresada, de los profesores, experimenté la mayor de las alegrías de mi vida el día 1º de Enero del año 1901 con la inauguración en la noche del mismo, de esta Academia, cuyo acto fue presidido por el entonces Alcalde de esta ciudad del Puerto de Santa María, Sr. Marqués del Castillo de San Felipe.”
José Luis García Ruiz





Primer paso: la fundación.
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El 8 de diciembre de 1900 se reúnen un grupo de amigos en torno a una idea lanzada por otro ilustre portuense, Federico Rubio y Gali: constituir una Academia de las Bellas Artes. El gran motor de la idea ha sido Don José Luis García Ruiz.

En el salón de actos del Ayuntamiento se procede a nombrar Junta Directiva tal como especifica el Reglamento que en el 11 de noviembre del mismo año se ha redactado. En él se manifiesta que “el objeto de la Academia es la enseñanza gratuita de la Música, la Pintura, el Modelado, Vaciado y Grabado”.

La primera junta directiva estaba compuesta por:
Presidente: Don Alfonso Sancho Mateos.
Vicepresidente: Don Alfredo Felices Jareda.
Tesorero: Señor Conde de Osborne.
Secretario: Don Antonio Peñasco Bueno.
Vocales: Don Ramón Arvilla y Colom, don José Luis García Ruiz, don José Luis de la Cuesta y Aldaz, y don Pedro Hernández Carrera.




Los primeros profesores fueron: Don Francisco Javier Caballero, don Manuel Antas, don José Fernández y González, don José Vélez y Mora, don Domingo Veneroni, don Joaquín Figal, don Ángel Rodríguez Magaña y don Nazario Mendiola.

La primera sede estaría situada en la calle Larga 61. Don José Luis García Ruiz promueve las obras necesarias y los gastos precisos para su funcionamiento.

Entre las primeras compras están dos pianos, uno para estudio y otro para conciertos.

Antes de haberse constituido oficialmente, la Academia ya contaba con socios: veinte pagaban 5 pesetas (socios protectores), y treinta y cinco , 2,50 (socios de número), tal como especificaba el Reglamento.

El 1 de enero de 1901 tuvo lugar en la sede la segunda reunión de la Junta, a la que asistieron las autoridades de la ciudad, los socios y otros invitados.

El Reglamento interno, detallista y previsor, no admitía menores de 8 años, y para las clases de dibujo, vaciado y modelado, la edad mínima era de 12 años.

Los derechos de matrícula para solfeo y dibujo elemental eran 10 céntimos de peseta que se cobran “por razón del sello móvil”. Para el resto de las clases la matrícula ascendía a 2,50 pesetas. Era lo único que se pagaba a lo largo del curso, y no parece que fuera una cantidad excesiva.

Los alumnos habían de tener una mínima instrucción: leer, escribir y aritmética básica, que debían demostrar en un examen de ingreso. Para acceder a cursos superiores, los profesores debían examinar al aspirante.

El horario de clases era diario de 19:00 a 21:00 horas. Y las asignaturas: Modelado y Vaciado; Dibujo al natural; de adorno y anatómico; de figura y paisaje; lineal; aritmética y geometría; perspectiva; de lo antiguo y ropaje; colorido y composición; anatomía pictórica; historia universal; Historia de España; Historia del arte; armas e indumentaria.

En un principio las clases estaban reservadas exclusivamente a niños, pero el reglamento prevé la matriculación de niñas cuando la sociedad lo necesitara, y sólo un año más tarde, en el curso 1901-02 la Junta aprueba que se admita a señoritas en las asignaturas de Dibujo y Música, además de Corte y confección y bordados, en especial los bordados en blanco, que tenían ya fama de ser excepcionales en el Puerto. Pero lejos de entender que la mujer estaba recluida a un ámbito de enseñanza menor, en 1913 se abren estudios para hacer los exámenes de ingreso a Magisterio.

Esta visión de la Academia de adaptarse a las necesidades de la sociedad portuense va a ser norma a lo largo de su historia, pues, en el curso 1902 se abren clases de idiomas, inglés y alemán, y en 1913 se crea la clase de Contabilidad en bodegas, y la de Comercio de exportación de vinos “para preparar a los jóvenes para viajantes en el extranjero (especial África)”. 

Era así, un centro educativo muy moderno, pues era mixto, gratuito y con un planteamiento muy abierto con respecto a las materias impartidas, que, como veremos, irán cambiando con los tiempos.

En sólo cinco años se convirtió en el “Centro docente con más categoría existente en el Puerto” y en esta fecha, 1905 el Ayuntamiento requiere de su colaboración para organizar los actos de celebración del III Centenario del Quijote. Esta es una faceta, la colaboración con el Ayuntamiento, de la que la Academia siempre ha estado muy orgullosa. Se le ha pedido colaboración para actos importantes, o para, sencillamente escoger el color con que se pintarían los barrotes de la Plaza de Toros.

Es importante resaltar el espíritu abierto de la Institución, que lejos de mostrarse elitista (no cabe duda de que los fundadores eran señores pertenecientes a las clases más privilegiadas del Puerto), comparte sus intereses con todos los ciudadanos, así el primer gran acto que organiza, el III Centenario del Quijote, invita especialmente a participar a “sociedades de recreo y obreras”.

Además de impartir enseñanza, la Academia se dedica a celebrar conciertos, conferencias, certámenes literarios y poéticos, por lo que la ciudad acoge de muy buen grado la Institución.

En 1910, la sede se traslada al antiguo convento de Santo Domingo donde se mantuvo por espacio de más de medio siglo. Eran unas instalaciones muy amplias que hicieron posible aumentar el número de clases y contar con un espectacular salón de actos y claustro para actividades. Se compran un tercer piano, máquinas de marquetería, punto, un torno, etc…

En 1911, tras una serie de gestiones de Don Dionisio Pérez, la Academia recibió en depósito seis cuadros procedentes del Museo de Arte Moderno (actualmente Museo del Prado). Eran obras ganadoras de segundos premios en certámenes nacionales. El Museo donó 300 pesetas para gastos de embalajes y 50 para asegurar las obras. Inspeccionadas anualmente por técnicos del Museo, siguen estando expuestas en la sede.



Contaba ya la Academia con un prestigio merecido, y, como cualquier entidad de estas características necesitaba fondos pues no bastaban con las aportaciones de los socios. Además de la ayuda del Ayuntamiento (que algunos años fallaba por falta de liquidez), recibía la Institución ayudas por parte de organismos oficiales, así en los Libros de Actas encontramos detallados las donaciones del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, de Fomento, y hasta del Ministerio de Marina.

Segundo paso: la consolidación

La celebración del Cincuentenario de la Academia fue un destacado acontecimiento en la ciudad. Dos grandes exposiciones en los salones de Santo Domingo, con obras de grandes pintores cedidas por familias portuenses, y de antiguos alumnos de la Academia constituyeron el centro de las celebraciones.



Desde 1952 a 1977, en unos muy difíciles años, la Academia se embarcó en la organización de la Cabalgata de Reyes Magos. Fueron años en los que el desfile alegraba a los más pequeños, y, después, se repartían obsequios en los centros asistenciales y entre las familias más necesitadas. Para conseguir todo esto se organizaban rifas, festivales musicales, taurinos, deportivos, teatrales, cualquier idea era buena para conseguir los medios necesarios para llevar ilusión a los menos favorecidos de la ciudad.

Con el paso de los años, los alumnos de la Academia comenzaron a destacar en muchos ámbitos, así, y, entre otros muchos, fueron alumnos de la Academia: Ochoa, Juan Lara, Manolo Prieto, Rafael Alberti, Javier Tejada, Hohenleitter, Juan Miguel y Pepe Sánchez, “Serny”; y por supuesto, gracias a la colaboración desinteresada de muchos profesores, entre los que destacamos a el compositor Javier Caballero, los pintores Juan Lara y Juan Botaro, Virginia Hernández, Ricardo Alcón, Ramón Zarco, y tantos otros a los que la Academia debe su prestigio.




Entre conferenciantes e ilustres visitantes cabe destacar a José María Pemán, Miguel Primo de Rivera, Juan Bohórquez, los condes de Bejar, Manolo Prieto …

En estos años vuelve el Ayuntamiento a solicitar la participación de la Academia para conmemorar el aniversario de los 75 años de la construcción de la Plaza de Toros. El catálogo fue realizado por Juan Lara, realizándose la exposición en la sede de la Academia. Gran número de documentos y cartelería fueron expuestos y contemplados por el numeroso público que acudió.
La colección pictórica de la Academia se va agrandando poco a poco con una serie de donaciones que van engrosando los fondos, muy interesantes, de la Institución. En 1947 el pintor Juan Lara dona dos óleos; en 1949 fue Ochoa quien trae a su ciudad 14 lienzos que quedan depositados en la Academia.

El teatro fue siempre interés de la Institución. Desde los primeros años se acogieron a grupos de aficionados amantes de la escena. Se prepararon zarzuelas como Agua, azucarillos y aguardiente, o La canción del olvido, junto con obras teatrales como La venganza de don Mendo de Pedro Muñoz Seca. El más estable de los grupos fue el llamado Grupo de Teatro de la Academia de Bellas Artes, contando entre sus directores a J. Luis Hernández, Rafael Tardío y Paco Teja.


Tercer paso: la modernización.

1973. De nuevo cambia la sede de la Academia. En esta ocasión se traslada a la casa de la calle Doctor Palou (popularmente llamada Pagador) número 1. Es un precioso palacio que perteneció a los marqueses de la Candia.

Por supuesto, continúan las actividades docentes, pero, con el devenir del tiempo, la Academia se adecua al momento.

Ya muy arraigada en la sociedad portuense, se le veía no obstante, como escuela-taller. Le faltaba el concepto de lugar de encuentro del arte y la expresión. Así, se intenta que la Academia, además de ser lo que venía siendo, se convirtiera en espacio libre para pensadores, de dentro y fuera de El Puerto, y se consolidase como elemento fundamental en el desarrollo cultural de la ciudad.

A partir de 1984 la Academia impulsa la creación de un Cuerpo de Académicos, formado por personalidades de distintos ámbitos de las Artes y las Ciencias para, sin desatender las actividades docentes, conferir un carácter más académico a la institución. Fueron los primeros académicos, entre otros, Rafael Alberti, José Luis Tejada, Manuel Alejandro, y a ellos le siguieron Joaquín Solís Muñoz, Enrique García Maiquez, Rafael Manzano, Alfonso Ussía, Javier Rubial, Luis Suárez, Alfonso Pérez Moreno, Javier Maldonado, Juan José Iglesias, Vicente Crespo, Ángel Salvatierra, Carmen Garrido, Manuel González, Francisco González de Posada, Antonio Leal, Pedro Salvatierra, Carmen Cebrián, Inmaculada Moreno, Ignacio P. Blanquer, Gonzalo Díaz-Arbolí entre otros. Es un grupo muy importante de grandes personalidades del mundo del Arte, pero también de la Medicina, la docencia Universitaria, la Tecnología, y, en resumen, el mundo de hoy.



Socios Colaboradores de Honor son aquellas personas, física o jurídicas, socios o no, que habiendo prestado relevantes servicios a la Academia y, mereciendo la gratitud de la misma, sean propuestos y aceptados por la Junta Directiva para tal distinción.




Nuestro presente compagina la docencia con numerosas actividades, entre las que destacan los concursos de dibujo y pintura, con participación de artistas de toda España, la publicación de una revista cuatrimestral “Pliegos de la Academia” y otras obras de interés (sólo en los últimos años se han publicado más de 10 obras y casi medio centenar de catálogos de exposiciones).

Y conciertos, representaciones teatrales, restauración de cuadros pertenecientes a la Iglesia Prioral de nuestra ciudad, exposición de belenes hispanoamericanos, homenajes, certamen provincial de bandas de música, y la celebración, desde hace siete años de un ciclo que llamamos “Martes de la Academia” de conferencias y conciertos que se desarrolla durante los meses de julio y agosto, y que es una de nuestras actividades más atractivas por la calidad de las personas que nos visitan.

Entre el 22 de noviembre y el 8 de diciembre de 2003 la exposición del Centenario de la Academia, al que llamamos “Un siglo de actividad e Historia” y que reunió la documentación generada por la Institución, cuadros, fotografías y recuerdos de cien años de Historia de El Puerto de Santa María, que es la Historia de la Academia de las Bellas Artes Santa Cecilia.

La Academia se enfrenta hoy día al reto de la modernización y de la consolidación del Cuerpo de Académicos con la entrada constante de diversas personalidades del mundo científico, literario y artístico. La labor realizada por los académicos queda reflejada en los ciclos de conferencias, exposiciones y todo tipo de actuaciones relacionadas con las bellas artes.

Queda, pues, pendiente el paso para su reconocimiento oficial por las instituciones académicas regionales y nacionales para ver culminados unos años de trabajo y de esfuerzo por la cultura y la difusión de la misma.




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